En la década de los 70, una profesora de sordos, Aurora Palomar, utilizaba los kinestemas® para ayudarse en la desmutización de niños hipoacúsicos, es decir, para enseñarles a pronunciar. Además de conseguir mejoras notables en el habla, se observó que todos los niños con los que se utilizaban los kinestemas aprendían a leer fácilmente.
Su hijo, Andrés Marín se formó en magisterio, logopedia y neuropsicología y estuvo estudiando los puntos fuertes y débiles de los kinestemas para utilizarlos específicamente en la enseñanza de la lectura. Se ha dedicado desde los años 80 a la rehabilitación de los trastornos de lectura (dislexia) utilizando los kinestemas.